miércoles, 3 de agosto de 2011

Era Inevitable

ERA INEVITABLE: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados

Esto es como un bucle, no deja de girar y girar sin rumbo fijo ni parada con final feliz. Eso sí, acabo siempre en el mismo punto. Ya llegué a mi parada, cojo mis maletas y me bajo un poco mareado por tantas vueltas al rededor de tu corazón, confundiendo los letreros de entrada y salida. Finalmente, acabó el trayecto. Ya estoy aquí, de nuevo.

Otra vez tengo que volver a ocupar mi tiempo sin saber a qué hobby aferrarme para mantenerte lejos de mí. ¿Qué será esta vez?... ¿baile, de nuevo? ¿cine? mmm... al final caeré de nuevo en las garras de la literatura, eso sí, esta vez por placer. Droga para mi cerebro y anestesia para mis sentidos, pero... ¿qué hago para que deje de latir? ¿Cómo me libro de esta irracionalidad? Quizás es lo que me hace especial :P Seguramente, como todos sabemos, no hay cura que cicatrice mejor que una buena dosis de tiempo, con píldoras de paciencia cada 12 horas para aliviar el dolor ocasional.

Mucha suerte... ¿o eso se dice no?

"Buenas noches"


No había nadie más elegante que ella para dormir, con un esbozo de danza y una mano sobre la frente, pero tampoco había nadie más feroz cuando le perturbaban la sensualidad de creerse dormida cuando ya no lo estaba. El doctor Urbino sabía que ella permanecía pendiente del menor ruido que él hiciera, y que inclusive se lo habría agradecido, para tener a quien echarle la culpa de despertarla a las cinco del amanecer. Tanto era así, que en las pocas ocasiones en que tenía que tantear en las tinieblas porque no encontraba las pantuflas en el lugar de siempre, ella decía de pronto con voz de entresueños: <<Las dejaste anoche en el baño>>. Enseguida, con la voz despierta de rabia, maldecía:

- La peor desgracia de esta casa es que no se puede dormir.

Entonces se volteaba en la cama, encendía la luz sin la menor clemencia para consigo misma, feliz con su primera victoria del día. En el fondo era un juego de ambos, mítico y perverso, pero por lo mismo reconfortante: uno de los tantos placeres del amor domesticado.

El Amor en los Tiempos del Cólera.

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