Tu música ya no debe ser para mis oídos, aunque no pueda contener una sonrisilla que se escapa por la comisura de mis labios, de desliza por mi barbilla y ser posa como leve dolor cristalino que inunda mi corazón.
La batalla está perdida, y es que la esperanza se cansó de esperarnos. La dulzura se hartó de mi "personalidad fuerte". La espera se fue con el hastío y la paciencia se sentó a mi lado. Y aquí, en este banco, te espero, te espero tanto que no quiero que vengas. Me apetece que me des plantón emocional, que me empujes hacia afuera, cierres la puerta, eches el candado, el pestillo y la cadena, por si las moscas... que me dejes en el umbral de la puerta, me mires desde la mirilla... y te saltes por la ventana. ¿Y después? Después, simplemente, deja que me marche, porque estoy seguro que en no mucho tiempo, tan poco que puedo llegar a palparlo y empujarlo tan lejos de mi, esperando a que rebote y regrese, volveremos a vernos.
Sí, volveremos a vernos. Con nuevas melodías. Alcanzaremos nuevos tonos y espero que encuentres aquel que te dé la armonía que te mereces, porque yo ya empiezo a chirriar. No, no me quejo, es que me niego a pasar por ningunas manos que puedan llegar a afinarme y variar mis vibraciones. Me gusta como suenan... :)
Y es que mi instrumento se ha ido arañando con el paso del tiempo. Tantas manos pasaron por él que mas de una cuerda anda floja, el puente sigue ahí... derruido y sin arreglo, mi clavijero se mantiene tan destartalado como siempre y la caja de resonancia ya no suena para nadie. Sin embargo todavía guardo la partitura que me diste, con tanto cariño que dejaré que el polvo tape algunas notas... siempre se dice que el polvo da importancia a los objetos, ¿no? Los hace antiguos y les da valor. Como pequeños tesoros que se guardan, para disfrutarlos en la intimidad.
Una de las frases que últimamente ronda por mi cabeza, una de mis máximas (por ahora... perdón por mi personalidad cambiante y caprichosa...) es... "nunca te arrepientas de lo que escribas, será que lo sentiste".
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